miércoles, 23 de diciembre de 2009

La suerte de la fea ....

Hoy por primera vez en años odié mi cuerpo, mi cara y todo lo físico en mí.
Hoy se convirtío en una condena. Mí condena.
Parece que ahora es mi culpa que los hombres me miren, me digan cosas. Yo tengo este envase y no lo cambio por nada. Y si tuviera otro, diferente al que tengo, tampoco lo cambiaría.
Tampoco me interesa demaciado lo que los demás piensen de él, de mi.
Pero que frustrante es cuando el cuerpo te ata al pasado; o peor aún el pasado se ata al cuerpo. Es como llevar una roca, gigante, colgando del cuello, arrastrandola.
Es el cuerpo, él que opaca a mi alma. Impide que los ajenos puedan ver quien soy realmente. Como si no hubiera nada más interesante por ver, por conocer.
Ni siquiera, es el cuerpo, él que pueda transmitir confianza. Es decir, el cuerpo (mi preciado envase) hace tambalear lo único que me interesa en este momento. Por vivir dentro de él, tengo la culpa de lo que causo en los demás.
La persona que está en mi, yo, se está cansando de tener que explicarle al mundo que vivimos juntos. El cuerpo y yo. Yo y el cuerpo. Somos una.
Me gustaria que lo empiecen a entender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario